“De regreso a clases, después del terremoto”


 “De regreso a la escuela, después del terremoto”

Aquella madrugada del 4 de febrero, sacudió no solo al país, también a toda su gente...


Aquel año bisiesto de 1976, le sumaba un día al calendario. Recién acabábamos de empezar el año escolar. Se iniciaba el mes de febrero de manera normal; empezamos la primera semana de clases del mes, teníamos ya los cuadernos forrados y rotulados, el bolsón con los libros y esa gana de aprender y también la alegría de volver a ver a los compañeros de clase, aquel día antes, luego de clases, nos fuimos a los campos de fútbol a jugar, aunque teníamos tareas por hacer. Al llegar la noche, como siempre dejamos al lado de la cama el uniforme limpio, con los zapatos lustrados.


Pero  aquella mañana, no fue nuestra madre o el despertador, quien nos despertó, fue esa fuerza que mueve la tierra, que hasta ese día no conocíamos, un terremoto.


En la Colonia, se sintió con toda su fuerza, con cada segundo que parecía eterno, los perros aullaban, las casas se movían mientras todo caí al suelo.  Al concluir, tratamos de encender la luz eléctrica, pero no había, entonces todos salimos de las casas y con nuestros padres nos dirigimos a las áreas verdes de la Colonia, por el temor de que volviera a suceder.  Poco a poco empezó a amanecer.


En general las casitas de la Colonia no sufrieron mayores daños, contrario a muchas zonas y el interior del país, donde se reportó mucha destrucción y muertes. En la Colonia se formó una falla qué pasa por la séptima avenida y justo donde está la iglesia católica Jesús Resucitado. Además la escuela Darío González, según el reporte de los ingenieros que la evaluaron, presentaba daños estructurales.


Pasamos un par de meses, viviendo entre las champas y nuestras casas. Aquellos fueron días de juegos y de estar con los amigos para aquella inmensa generación de niños, pues no habían clases.


Pero uno par de meses después, el presidente de ese entonces Kjell Eugenio Laugerud García, decretó el regreso a clases, así como la reconstrucción del país bajo el lema: “Guatemala está herida, pero no de muerte”.


Fue así como se reiniciaron las clases, pero los estudiantes, de la Darío Gonzales, compartirían por espacio de poco más de un mes, las aulas con los estudiantes de la escuela Primero de Julio, mientras se terminaban de construir, las aulas pre fabricadas, en lo que hoy es uno de los parqueos de la Colonia y que en su tiempo, era donde se solía jugar béisbol y volar barriletes, en lo que después se conoció como las planchas.


Aquellas aulas prefabricadas de metal, estaban insoladas por dentro y se construyeron sobre planchas de concreto de las que sobre salían grandes tornillos, que servían para fijar la estructura.



Aquellas fueron nuestras aulas por el resto del año escolar; recibíamos jornada parcial de clases, pues las aulas no eran suficientes para toda la población escolar de la Darío. En cada modulo habían dos salones de clases, en los que se colocó el picarón, así como las bancas.


Al año siguiente volvimos a clases en nuestra escuela, la galeras como llamábamos a los salones de clases prefabricados, los culés fueron construidos por empresas norteamericanas, fueron abandonadas y dejadas al olvido, lo cual fue una lástima porque bien se hubieran aprovechado y con el tiempo fueron desmanteladas, quedando solo las planchas de concreto, donde la patoja da iba a patinar.

Oxwell L’bu copyrights 2022

De mis memorias a 46 años del terremoto

#Terremoto

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Escuela Darío González”

“Silvia Catalina Estevez”

“Una escuela que se desmorona”